Por
Europa Press
Publicado el
6 abr. 2018
Tiempo de lectura
6 minutos
Descargar
Descargar el artículo
Imprimir
Tamaño del texto

Las mujeres se ponen al frente de la lucha sindical de la industria textil en Bangladesh

Por
Europa Press
Publicado el
6 abr. 2018

Cuando Ayesha Ajter entra en la fábrica en la que trabaja, su supervisor la recibe con una sonrisa y le desea que tenga un buen día, un giro radical desde aquellos tiempos en los que los gerentes de la industria textil en Bangladesh, valorada en 28 000 millones de dólares, eran conocidos por abusar física y verbalmente de sus empleados.



La costurera ha confesado que esa sonrisa es su mayor victoria desde que fue elegida presidenta del sindicato de trabajadores de Jean Factory Limited el pasado octubre en Daca, la capital del país.

"En todos estos años, solo he oído a los supervisores gritarnos, abusar verbalmente de nosotras, tildarnos de prostitutas y darnos collejas para que trabajásemos más deprisa", ha recordado Ajter, que se pasa ocho horas al día cosiendo bolsillos en vaqueros y en pantalones cortos. Casi la mitad de los nuevos líderes sindicales son mujeres, a pesar del temor a represalias. "Cuando me convertí en la presidenta del sindicato, todo cambió. De la noche a la mañana, me convertí en alguien", ha explicado la costurera.

La joven de 28 años es una más de muchas mujeres del país que se están enfrentando a los sindicatos más poderosos y que están negociando con las gerencias de sus fábricas, ocupadas sobre todo por hombres, para que les suban el sueldo, aumenten la seguridad en los centros de trabajo y promuevan el respeto entre los compañeros.

Bangladesh es el segundo mayor exportador de textil a nivel mundial. Con sus más de 4000 fábricas, la industria da trabajo a unos cuatro millones de personas en el país. Los activistas han destacado que el 80 por ciento de estos empleados son mujeres.

Las malas condiciones laborales y los magros sueldos han sido problemas recurrentes de la industria. En 2013, el sector sufrió uno de sus peores accidentes cuando 1100 personas murieron al venirse abajo el complejo Rana Plaza, en el distrito de Daca.

Los líderes de los movimientos sindicales han denunciado que se están teniendo que enfrentar a cierta resistencia para poner en marcha sus organizaciones. Muchos están siendo suspendidos o, directamente, están siendo despedidos por gerentes que temen el poder que pueden llegar a ejercer estos sindicatos.

"La libertad de asociación y de negociación colectiva son los dos grandes retos a los que esta industria se enfrenta hoy en día", ha manifestado Nazma Akter. Sin esos derechos, "los trabajadores no tienen vidas normales, se limitan a sobrevivir, lo que es casi un crimen", ha añadido la activista, que ha puesto en marcha la Awaj Foundation, una organización que promueve los derechos de los trabajadores.

Cinco años después del accidente del Rana Plaza, los trabajadores han puesto en marcha uno de los movimientos sindicales más importantes de la región para organizarse y promover la negociación colectiva. Este movimiento está dirigido por mujeres bengalíes.

El número de sindicatos en el país se ha multiplicado casi por cinco desde 2013, hasta alcanzar casi los 500 registrados, según la directora de los programas para Bangladesh de la ONG Solidarity Center, Jennifer Kuhlman.

"La mayoría de estos sindicatos están dirigidos por mujeres jóvenes y dinámicas que quieren ejercer posiciones de liderazgo bien visibles para promover que haya un cambio", ha subrayado Kuhlman. Según estimaciones de los grupos activistas, alrededor de la mitad de los nuevos directores de los sindicatos en la industria textil son mujeres.

Aunque las mujeres aseguren que haber accedido al liderazgo sindical ha provocado que comiencen a reflexionar sobre sus derechos (desde la seguridad social a la remuneración de las horas extra), muchas han asegurado que temen perder sus puestos de trabajo.

Ajter ha recordado la "terrible pelea" que tuvo con su marido cuando le confesó que estaba pensando en presentarse para el cargo de presidenta del sindicato.

La costurera ha admitido que su marido "se enfadó" y le dijo claramente que no se presentara. "Él estaba asustado y preocupado por mi seguridad y aunque acabó por ceder, siempre se angustia por lo que vemos y oímos", ha añadido Ajter.

El presidente de la Federación de Trabajadores de la Industria Textil y del Sector Industrial de Bangladesh, Babul Ajter, ha contado que, si bien fue sencillo organizar sindicatos justo después del desastre del Rana Plaza, en la actualidad los activistas están sufriendo abusos, los trabajadores están siendo despedidos y las reuniones sindicales están siendo trastocadas.

"Es un momento difícil y los empleados se están enfrentando a muchas dificultades", ha subrayado Akter, cuya organización da apoyo a los empleados de 52 fábricas.

Los activistas han denunciado que el Gobierno comenzó a perseguir a los sindicatos después de que las trabajadoras de Ashulia, un suburbio en las afueras de Daca, protestaran por la muerte de una compañera y para exigir una subida de sueldo en diciembre de 2016.

Durante los siguientes cuatro meses, casi 40 líderes fueron arrestados y el Gobierno clausuró muchas sedes sindicales, según Solidarity Centre. Muchos de los detenidos fueron liberados tras el pago de una fianza, pero los activistas han manifestado que algunos procesos judiciales continúan en marcha y que los trabajadores temen sufrir represalias si se unen formalmente a los sindicatos.

Líderes importantes

El segundo piso de un edificio anodino de Daca alberga la sede de la Sommilito Garments Sramik Federation, que da apoyo a sindicatos, ayuda a la organización de los trabajadores y les proporciona acceso a la educación. Alrededor de 80 000 empleados asisten a las reuniones de esta organización.

Su secretario general, Nahidul Hasan Nayan, vive sepultado entre papeles: actualmente, se dedica a ayudar a los trabajadores a presentar solicitudes para organizar sindicatos.

"No es fácil", ha confesado Nayan. Un total del 30 por ciento de los empleados de una fábrica tienen que afiliarse a un sindicato para que el Gobierno lo registre, un proceso que puede durar meses. "A veces, la petición de registro de un sindicato puede ser rechazada por una firma mal puesta", ha criticado el líder sindical.

En otra habitación, un grupo de mujeres habla en torno a una mesa, preparándose para celebrar una reunión tras haber finalizado sus jornadas laborales. Entre ellas está Shampa Begum, una joven de 30 años que se convirtió en la presidenta del sindicato de la fábrica en la que trabaja hace un año, cuando las empleadas se empezaron a organizar y a pedirle que las liderara.

"Todas insistieron, así que di mi consentimiento", ha recordado Begum. "Nos enfrentábamos a un montón de problemas, desde la escasez de ventiladores a la falta de agua limpia para beber", ha añadido la líder sindical. La joven ha explicado que, en la actualidad, estos problemas ya han sido resueltos.

Antes de la puesta en marcha del sindicato, Begum solía esperar durante horas a las puertas de la oficina de administración para resolver pequeños inconvenientes. Los gerentes "nos ridiculizaban, nos preguntaban con sorna que si pensábamos que íbamos a acabar siendo grandes líderes y ahora lo somos y ofrecemos soluciones a los problemas", ha declarado Begum.

Las mujeres han admitido que, con su actividad sindical, tienen menos tiempo para dedicar a sus familias, pero que es un precio que están dispuestas a pagar para cambiar las cosas. Ajter se levanta cada día a las 5 de la mañana para cocinar y llevar a sus hijos a la escuela, trabaja una jornada de ocho horas y regresa a su casa después de que anochezca.

La joven se pasa todos sus ratos libres haciendo trabajo para el sindicato y está pensando constántemente en como resolver los problemas de la fábrica. "Es agotador pero Dios me da la energía que necesito", ha concluido.

Copyright © 2024 Europa Press. Está expresamente prohibida la redistribución y la redifusión de todo o parte de los contenidos de esta web sin su previo y expreso consentimiento.